DAVID BOWIE EN EL CINE
Un recorrido por su carrera cinematográfica con parada en los 80
No sé si puedo decir que David Bowie es mi artista favorito, porque no suelo endiosar a nadie en concreto (tendría que endiosar a demasiados). Si en el cine tomara como ejemplo a Fernando Trueba apelando a Billy Wilder como su dios al recibir el Oscar por “Belle Epoque” en 1994, creo que yo solo podría subir a los altares a Stanley Kubrick (y quizá también a Martin Scorsese). Pero si me voy al campo musical, son tan variados los estilos y artistas que me interesan desde siempre que mi Olimpo particular estaría demasiado concurrido.
Descartados pues los endiosamientos, no puedo evitar pensar que en cualquier caso David Bowie es uno de mis artistas favoritos, y que tengo algunos momentos vitales muy relacionados con él. No puedo olvidar haber visto muy jovenzuelo su vídeo de “Let’s dance” (una canción de 1983 con la que inevitablemente sigo moviendo el esqueleto cada vez que la escucho) y que se me quedara grabado ese señor delgaducho con el pelo rubio “poniéndose los zapatos rojos y bailando blues”. No puedo olvidar haber pasado una convalecencia médica en casa viendo una y otra vez el VHS de la conjunción astral en forma de concierto que se marcó (y nos regaló) en 1997 con motivo de su 50 cumpleaños, acompañado de una pléyade de artistas geniales (Robert Smith, Lou Reed, Sonic Youth, Frank Black, Dave Grohl, Billy Corgan). No puedo olvidar que, en pleno barrio de San Ildefonso en Jaén, mientras Toni Redondo (gran cinéfilo, gran melómano y excelente diseñador y tatuador) me hacía mi primer tatuaje, sonaba el disco “The Man Who Sold The World” (1970). No puedo olvidar que con el propio Toni y con mi gran colega Alex Olid llegamos al acuerdo de que nos pillaríamos un avión, por muy lejos que fuera, con tal de poder verle en directo al menos una vez en la vida (una tarea ya de por sí difícil porque ya hacía tiempo había abandonado los escenarios). Y tampoco puedo olvidar que la ilusión casi infantil de esperar que su disco “Blackstar” (2016) llegara en el correo se convirtió antes de recibirlo en un jarro de agua fría al conocer la noticia de su muerte. David Robert Haywood Jones había sucumbido a un cáncer terminal que había llevado en secreto mientras seguía creando, como corresponde a ese artista tan grande, tan profesional y tan influyente que hemos conocido como David Bowie.
Son tantos los recuerdos musicales o vitales relacionados con él que, efectivamente, debo reconocer que Bowie es uno de mis artistas preferidos. Así que tener la ocasión de hablar sobre él rodeado de buen rollo y micros radiofónicos fue una propuesta imposible de rechazar. Además, el equipo de Remake a los 80 ya me había invitado a hablar de Bowie a propósito de “Dentro del Laberinto” el pasado mes de junio de 2017, pero unos contratiempos médicos me lo impidieron, por lo que encima tenía la posibilidad de sacarme la espinita…
Condensar en unas dos horas toda su carrera cinematográfica (con paradas especiales en los 80) no era tarea fácil, pero le pusimos mucho empeño y pudimos hablar largo y tendido sobre ello.Partimos de “El hombre que cayó a la Tierra” (“The Man Who Fell To Earth”, Nicolas Roeg, 1976), su primer largometraje y su primer papel protagonista haciendo de un extraterrestre venido de las estrellas. Después continuamos repasando sus demás papeles cinematográficos, como su protagonista en “Gigolo” (“Just a gigolo”, David Hemmings, 1978), su aparición como él mismo en “Yo, Cristina F” (“Christiane F. – Wir Kinder vom Bahnhof Zoo”, Uli Edel, 1981), su secundario en “Principiantes” (“Absolute beginners”, Julien Temple, 1986), su detective Philip Jeffries en “Twin Peaks: Fuego camina conmigo” (“Twin Peaks: Fire Walk with Me”, David Lynch, 1992), su Andy Warhol en “Basquiat” (Julian Schnabel, 1996), su fugaz cameo en “Zoolander” (Ben Stiller, 2001) o su último gran papel como Nikola Tesla en “El truco final (el prestigio)” (“The prestige”, Christopher Nolan, 2006).
Pero sobre todo nos detuvimos en sus cuatro papeles más recordados de la década de los 80.
Nos metimos de lleno en “El ansia” (“The Hunger”, 1983), un más que digno debut de Tony Scott como director cinematográfico, que planteaba una historia de vampiros modernos con estética muy ochentera y mucho más reflexiva que otras cintas del género. Bowie encarnaba de manera solvente a John Blaylock, pareja de la milenaria vampira Miriam Blaylock (Catherine Deneuve), y precisamente su funesto destino en la película añadía una reflexión muy madura sobre la eternidad o la inmortalidad como condena, además de los problemas de guardar las parejas (literalmente) en el desván… Un título no demasiado conocido que siempre es bueno recomendar para revisión o para descubrirlo.Nos detuvimos también en “Feliz Navidad, Mr. Lawrence” (“Merry Christmas, Mr. Lawrence”, 1983), coproducción entre Reino Unido, Japón y Nueva Zelanda, dirigida por el japonés Nagisa Oshima, que forma parte del subgénero bélico-carcelario. En ella Bowie copaba los nombres de la cartelería, aunque quizá más como reclamo comercial que como verdadero protagonista, un puesto que se disputa con Tom Conti (el Lawrence del título) o incluso con Takeshi Kitano y Ryuichi Sakamoto (que firma también la inolvidable banda sonora). Su personaje del Mayor Celliers es el detonante de una serie de represiones en un campo japonés de prisioneros, demostrando un espíritu irreductible y mucha flema británica, además de intervenir en la representación de un tema casi tabú en este tipo de cine: la homosexualidad.
Le dedicamos bastante tiempo a “Dentro del Laberinto” (“Labyrinth”, 1986), ese gran título de culto del cine familiar de los 80, dirigido por el mago de las marionetas y los animatronics de tela y látex Jim Henson. Bowie nos dejaba quizá su papel más conocido y era la indiscutible estrella de la película, desplegando fantasía y maldad a través del personaje de Jareth, el sensual rey de los goblins, de maquillaje y estilismo imposibles (y entrepierna extremadamente prominente). Como apuntó Javi García, esta película es un claro ejemplo de ese cine familiar inteligente que ya no se hace, un cine para disfrute de todos, pequeños y mayores, de aventuras más allá de lo facilón, inolvidable para sus espectadores desde entonces. Bowie firmaba además la banda sonora junto a Trevor Jones, con algunos números musicales interpretados por él realmente pegadizos y muy bien engarzados con el desarrollo narrativo de la película.
La última película de los 80 en la carrera de Bowie en la que más nos detuvimos fue “La última tentación de Cristo” (“The last temptation of Christ”, 1988), dirigida por Martin Scorsese como adaptación de la novela homónima de Nikos Kazantzakis. Bowie encarnaba en ella a Poncio Pilatos, con una escueta aparición de unos tres minutos, rodada en una sola jornada en Marruecos, y como sustituto de Sting, seleccionado inicialmente para el papel, pero que no pudo asistir al rodaje por temas de agenda. A pesar de lo fugaz de su interpretación, Bowie logró impregnar de su inconfundible magnetismo una conversación con Jesús de Nazaret (Willem Dafoe) muy importante para entender las peligrosas ideas del nazareno, contrarias al orden imperial romano.
Con las ganas y la pasión que aportamos todos los presentes (Juan Pablo, Rafa, Javi y un servidor), este podcast sólo podía salir bien. Y así fue, porque disfrutamos de un rato de radio inolvidable en los estudios de Onda Jaén RTV. Nos empapamos de principio a fin de David Bowie, de su música, de su biografía, de sus papeles cinematográficos, de su influencia musical y cultural… Como es lógico, algunas cosas se nos quedaron en el tintero, como adentrarnos en su participación en diversas bandas sonoras o los muchos temas musicales suyos que se han usado en otras películas. Incluso dejamos sin nombrar el homenaje al glam y al propio Bowie (sin llegar a nombrarlo, por cierto) que Todd Haynes realizó en “Velvet Goldmine” (1998). Pero sólo fueron excepciones, y nos salió un programa dinámico y pasional, con sus alabanzas y sus críticas, con sus tertulias y sus debates. Y la mejor muestra de lo que disfrutamos fue que nada más terminar nos arrancamos en un aplauso espontáneo y con una sonrisa de oreja a oreja. Sólo queda invitaros a que escuchéis el podcast, a que os dejéis llevar por la música y el cine de Bowie, a que el repaso que hicimos a la carrera de este camaleón visionario y enormemente influyente deleite vuestros oídos y vuestras mentes.
Escrito por Miguel Dávila.