Hay películas que surgen para cambiar de cierta forma el cine, sacar al espectador de su butaca de confort y sembrar fuertes dudas sobre el mundo, extensibles hasta hoy en día. Es el caso de AKIRA, el anime que creó Katsuhiro Otomo basado en una adaptación del manga homónimo dibujado por el mismo y que alberga un mensaje inquietante, perturbador, presentando un apocalíptico año 2019, que cronológicamente ya ha llegado.

AKIRA se estrenó en 1988 en Japón. A España no llegó hasta 1992, sus primeras imágenes pudimos verlas a través del programa de TVE, Metrópolis. No tuvo gran repercusión en nuestros cines, pero sí gozó de éxito en el mercado de alquiler de vídeo donde muchos pudimos descubrirla. Por aquel entonces, aquellos afortunados que disponían en casa del extinguido Canal +, pudieron ser los primeros en disfrutar de ella. A pesar de ello, su VHS fue una de las cintas más solicitadas en alquiler. Pero si lo preferías y disponías de algunas pesetas ahorradas, podías comprarla ya que fue una de las primeras cintas que salieron directamente tanto en alquiler como en venta. Su módico precio, 2999 pts.

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Desde su lanzamiento, AKIRA ha recibido un largo reconocimiento como película de culto y una de las mejores películas de animación y ciencia ficción de todos los tiempos. Supuso la ruptura con los clásicos largometrajes de dibujos de animación representados por dulces personajes Disney cargados de moralejas y buenos sentimientos. Con AKIRA pasamos rápidamente a un polo opuesto. El consumidor de animación, por entonces niños, maduró con un manga que carecía de término medio. Otomo nos presentó una visión personal y pesimista que discurría por mundo futuro arrasado y reconstruido con desgana, donde tanto sus personajes como protagonistas se encontraban vencidos. Un lugar donde solo se podían criar antihéroes alimentados de drogas, sumergidos en megalópolis construidas sobre ruinas. De cierta forma, también quiso mostrarnos una fuerza, poder o nueva esperanza, bajo teorías biológicas, evolutivas, científicas e incluso mesiánicas, mal usadas por el hombre, que irremediablemente concluirían con un nuevo tropiezo humano.    

 Aquellos que ya conocéis las historia de Tetsuo, Kaneda y el resto de personajes que forman la historia de AKIRA, sabéis lo sumamente difícil de comprender que resulta. Aquellos que todavía no os habéis adentrado en ella, os recomendamos que no la demoréis y le hagáis hueco en vuestras preferencias, es moralmente obligatorio. Hace falta que todos asumamos esta historia de cierta forma, para despertar un pensamiento aletargado que necesita ser palpable.

Nosotros, con este programa, hemos intentado mostrar uno de tantos puntos de vista a los cuales se ve sometida esta película. Tarea nada fácil, pero el análisis ha sido minucioso. El resultado ha sido un programa de 4 horas, realizado desde la tienda de comic “Tatooine” en Jaén. Con su dueño, Carlos, hemos realizado un repaso por el anime original, la historia, personajes, ediciones de salida, diferencias con el anime, trayectoria de su creador Katsuhiro Otomo, etc. Realizado conjuntamente con Elena Díaz, creadora de la productora de cine y animación “Pepita Dinamita Studios”, y amante del manga y de Bola de Dragón. Elena nos ha ilustrado sobre las técnicas de animación usadas en la producción de AKIRA, uno de los rasgos más notables de esta película. Junto a  David Navarro hemos conocido las posibles diferencias entre el 2019 de AKIRA y el actual. Oscar Cabrera nos ha contextualizado las influencias bélicas e históricas que influyen a Otomo para crear la historia. Escenas y momentos claves han sido analizados por todos, y aunque Ana Ramírez ha intentado ayudarnos a entender qué es o era AKIRA, el debate quedó y quedará expuesto sobre la mesa. Capítulo especial dedicado a la música que ha sido minuciosamente explicado por el músico y compositor Juande Ramírez. No ha faltado la sección del “Remake Prohibido”, ni “El Socio un millón”, como tampoco ha faltado la presencia de Javi García y de un servidor que escribe, Juan Pablo Videoclubsero.

Como bien escribí en líneas anteriores, un programa en cinta de 240 minutos, que aunque parezca mucho, incluso se queda corto.